Me mira desde esas telas perforadas con agujeros para que el viento no se las lleve. Esas telas puestas a lo largo de toda la vía expresa, tal vez la obra vial más importante del siglo pasado en nuestra capital (creo que ningún trébol ni bypass la puede igualar). Me mira principalmente los fines de semana cuando transito por ahí. Me mira esa M. Esa M que es el símbolo de un moderno sistema de transporte que se inaugurará en Lima esperemos que pronto. “El metropolitano es un sistema de transporte sostenible que funcionará a base de buses rápidos de alta capacidad a Gas Natural…” reza su página web. Yo miro esa M y deja de interesarme si el sistema es sostenible o a gas. Esa M me desespera. Sus trazos desequilibrados, irregulares, chuecos, malhechos y maltrechos se clavan en mis ojos. Ofenden mi retina. Insultan mi sensibilidad visual.
Trato de buscar una explicación, encontrar asociación, connotación, simbolización, sugestión, inducción, representación, y todos los “ón” que expliquen el porqué de la elección de esa M como signo de identidad. No encuentro respuesta. La M me sigue mirando. Se burla. Me enrostra su impunidad. ¿Es que nadie la pudo detener? ¿Tan miopes son los que manejan la identidad visual de los programas gubernamentales? ¿Habrá alguien que maneje la identidad visual? ¿Los programas gubernamentales se programarán realmente? ¿O sólo son manotazos improvisados de ahogados políticos? Me hago esa y otras preguntas y la M sigue ahí mirándome.
Me vienen a la mente logotipos de otros sistemas de transporte del mundo: Los metros de Londres, Ciudad de México, Buenos Aires. Me vienen a la mente nombres como Wyman o Shakespear. ¿Qué dirían ellos de esa M?
Finalmente, me resigno. Ella está y seguirá. Sólo me queda mandarla a ella y a todos los responsables a la misma letra que representa.